Blog dedicado a escribir y reflexionar sobre cualquier cosa, como un ejercicio diario? semanal? mensual? Este es un cuaderno que me imagino rojo y que viaja desde Colombia hasta Canadá, y que ocasionalmente se queda en el mar Caribe, mirando hacia el mediterráneo y mirando desde la imposible fuente del parque del Peñón en Cali.
Llevo ya más de un año escribiendo un cuento, cuando debería de ser algo de días o a lo sumo meses, este es un cuento que trata de cerrar algo que quedó abierto en la novela que terminé de escribir en Enero de 2010 y que pasa por una mujer que ya llegando a sus cuarenta años empieza a repasar los errores y no errores de su vida, que vive o ha vivido como todos nosotros, obsesionada con algo, que siente que no ha sido querida tanto como ha querido, y que al final se da cuenta, contra todos sus miedos, que debe estar sola. La historia nace de una carencia de la novela, quizás de un tecnicismo y se enfoca nuevamente en la Dorleac, en el cine y en las mentiras. Este cuento, el más largo de una serie que lleva por título El Vals, termina para mí una etapa y abre otra, una donde espero que las historias sean más precisas y quizás más sinceras. El cuento tiene un título, y es el único de El Vals que lo lleva; el cual lo tomé prestado de una película de Truffaut de 1964 donde la Dorleac hace el papel de una amante que creyó ser amada y que por voluntad propia decidió, en un dialogo de 2 minutos, despedirse de su amante para siempre. El amante terminaría asesinado por su esposa mientras cenaba solo en un restaurante atestado de personas que servirían de testigos para un juicio innecesario. El título de la película: La Piel Suave. La Peau Douce. The Soft Skin. Mi personaje, el personaje de mi cuento: Nicole, está obsesionada con la Dorleac, con La Piel Suave, con el desamor y la incomunicación de la Dorleac y con los deseos frustrados de ser actriz de cine. Ella pasa por unos errores que se niega a aceptar y al final decide engañarlo a él, a su pareja, y engañarse ella misma inventándose una infidelidad inexistente y obligándose a ser abandonada. Nicole comete así su propia forma de suicidio, una forma extraña de comenzar de nuevo en una etapa de su vida donde sus recuerdos se acumulan más que los años. Mi personaje Nicole, puede tener los ojos de la Dorleac y su forma de bailar, tiene también la imagen predestinada de su muerte, que cree será en medio de un accidente automovilístico que obviamente no sabe cuándo sucederá, y mientras todo esto llega se convence a si misma que nada ha sido un error; y piensa después de quedarse sola, que sus desilusiones, así, desilusiones en general, la han llevado a una colección de cosas difíciles de agrupar o siquiera de nombrar sin que su mente pasee entre la lujuria y la tristeza de una mujer bella que desaparece cada día más.
El 24 de Septiembre de 2009 efectué una orden por Amazon de un libro que dejé en Colombia: Belle de Jour de Joseph Kessel. La edición que tenía en Cali la compré en una de las ferias del libro usado que hacía la extinta Librería Atenas (ahora me dicen que subsiste y cambió de nombre por Alejandría) en la plazoleta de la Gobernación, la fecha de compra fue Mayo 2003 y la anterior dueña del libro Ana Lucia Janer G., lo cual se por el sello con su nombre en las primeras páginas. Esa edición usada de tapa dura de Círculo de Lectores de color marrón traía la figura de una mujer-muñeca morada en su portada, una mujer-muñeca desarticulada cayéndose, con las letras del título de la novela sobre sus pies y el nombre del autor sobre su torso; una edición en español por supuesto. Luego ya acá en Canadá y con la necesidad de elaborar un trabajo comparativo de un libro llevado al cine, escogí este libro de Kessel impreso en 1928 por primera vez por la prestigiosa editorial francesa Gallimard y la película homónima que hizo Buñuel en 1967 con Catherine Denueve y Michel Piccoli. Fue entonces cuando saqué de la biblioteca pública la película que solo estaba disponible en VHS y la pasé al formato DVD para poder tenerla y verla sin pensar en la fecha de devolución; y entonces ese 24 de Septiembre solicité por Amazon el libro por $7.95 dólares canadienses que con los gastos de envío e impuestos se convirtieron en $14.55. Cuando llegó el libro empacado en su caja de cartón me quedé extasiado al ver su portada con el perfil de la Denueve en su papel de Severine cerca al orificio de la pared por donde espiaba las relaciones que ocurrían en otros cuartos, la Severine vouyerista de Buñuel, la Severine con su cabello suelto, sus cejas definidas y la ausencia de aretes. Se lo mostré a Nancy y ella, más práctica, notó lo más importante: el libro estaba impreso en francés, el idioma en que lo escribió Kessel, pero un idioma inentendible para mí. En ese momento extrañe la versión de la mujer-muñeca desmembrada de Círculo de Lectores en Cali; y aunque Nancy me sugirió de forma inmediata y natural devolver el libro y solicitar uno en inglés, el tema de los gastos de envío más impuestos arrojaban un balance económico desfavorable que harían inútil aquella devolución. Así que recordando mis primeras clases de economía a principios de los noventas referentes al valor de uso y de cambio, decidí quedarme con el perfil de la Denueve en su versión francesa y solicitar de nuevo a Amazon el libro en inglés, esta vez de la editorial Overlook Duckworth del año 2007 con la portada de una mujer semidesnuda, con una foto que solo dejaba ver la mitad de su cara, solo sus labios y su mentón: una mujer anónima que por lo menos a mí no me decía nada.
Leí Belle de Jour pensando en la portada de Catherine, y de igual forma tuve la oportunidad a través del familiar de una amiga de recibir desde Cali la versión en español del Círculo de Lectores que reposaba en la biblioteca de mi casa con el cumulo de libros identificados con stickers de colores de acuerdo a su importancia de envío, y que no pude traer en el viaje inicial. Vi la película por segunda vez, la primera fue en la cinemateca de La Tertulia en la primera y única cita a ciegas que tuve alguna vez de la que solo me quedo el recuerdo de la película de Buñuel y el nombre de mí desconocida pareja: Aura. Buñuel en su adaptación del libro quiso que su Severine de Belle de Jour jugara al final más con una historia relacionada con el sueño, con las posibilidades de una vida imaginada y no una historia tan racional como la de Kessel, la Severine de Buñuel es una mujer que sueña, una mujer que maneja sus deseos en secreto sin reconocer ninguna culpa, una Severine de carne y hueso y no una modelo de mujer arrepentida como la de Kessel. Como una anécdota queda decir que a Buñuel no le gusto del todo la novela de Kessel, le pareció un poco romántica y cursi pero con posibilidades de explotar en ella las historias que leía debajo de la trama escrita.
Finalmente la tarea quedó terminada y el libro con la portada de Catherine permanece así aún conmigo a sabiendas que hay un largo camino hasta el día en que pueda leerlo. Por ahora permanecerán conmigo las tres ediciones del libro, la española, la inglesa y la francesa y la película de Buñuel que se sumara a la otra película que protagonizara la Denueve para el mismo Buñuel en 1970: Tristana.
Catherine Denueve - Severine (Belle de Jour 1967)
La cara de Catherine, alguna vez la mujer más bella del mundo y la Marianne francesa entre 1985 hasta 1989, quedara para unos pocos, y cada vez más pocos, como la hermana menor de la Dorleac, Francoise Dorleac, una mujer menos fría y más espontanea que Catherine; como la hermana menor de la actriz que se perdió en un accidente automovilístico con solo 25 años y que fue la que llevo a la distante Catherine al mundo del cine. La cara de Catherine quedara entonces para mí como el rostro que exigió Buñuel en la cama después de atender sexualmente a un cliente en Belle de Jour, la cara con el más perverso y ambivalente gesto de satisfacción y que guarda una historia oculta omitida en la edición final de la película. O también la mujer detrás de un vidrio mojado, entre las gotas que tocan su mano y su cara de la portada que esta vez no nos mira.
Hace una semana o más tuvo lugar uno de los dos festivales de música que en mi opinión personal más esperan los habitantes de esta ciudad de 350.000 ó 400.000 personas. De jueves a domingo en el parque central de London, Ontario se presentaron grupos musicales del 7 al 10 de Julio en medio de días soleados y venta de comida y artesanías. En el Sunfest 2011, como en los años anteriores, se pudo escuchar música local e internacional con artistas de diversas culturas, países e influencias musicales; y aunque también es fácil perderse y aburrirse un poco en medio de las presentaciones, quiero resaltar dos de este año, una que vi en vivo y otra que me contaron y vi días después a través de youtube. Primero la que no vi: Kytami. Violinista que vino a esta ciudad hace un par de años cuando hacia parte del grupo Delhi2Dublin y que para tratar de definir su música en tres palabras podríamos decir fusión, alternativa y violín.
De la otra que si vi, podríamos decir que es un trio radicado en Vancouver con una vocalista nacida en Perú, en medio de una propuesta musical que va del pop, el jazz, el rock, el flamenco y un manojo de raíces electrónicas; y del cual me enteré cuando vinieron a dar un concierto a principios de año en el Aeolian Hall en medio de un invierno endiablado. Su nombre es Pacifika: canciones que mezclan el inglés y el español, canciones en francés, canciones que pueden mezclar una partida o un reencuentro en una mañana soleada con copos de nieve resistiéndose a caer…
Alguna vez, no recuerdo en que año, me dio por buscar entre un cerro de revistas “Selecciones” viejas una que correspondiera al mismo mes y año de mi nacimiento: noviembre de 1973, y al final la encontré. La empecé a mirar de forma rápida desde la primera página hasta la última, deteniéndome más en los ya anacrónicos avisos publicitarios que en los artículos en sí. Después fui a las primeras páginas y busqué en el índice el contenido y no encontré ninguno que me llamara la atención, ni que pudiera relacionarse conmigo, directa o falsa e indirectamente. En fin, de aquella Selecciones de noviembre de 1973 no recuerdo nada, ni siquiera su portada; y si me pongo a pensar en hechos que marcaron el año en que nací, así de memoria, sin googlear, me acuerdo de la muerte de tres pablos celebres en ese año: el pintor Picasso, el músico Cassals y el poeta Neruda; y también el suicidio o el asesinato del presidente Allende en la casa de la Moneda en el Chile prePinochet. Esto último justo ahora que exhumaron su cadáver para tratar de desenterrar una verdad que de todas formas será dolorosa.
Treinta y ocho años después, justo en este año 2011 Terrence Malick estrena su más reciente película: The Tree of Life, la quinta en 38 años después de su opera prima estrenada en Octubre del mismo año 1973. Cinco películas en treinta y ocho años no es mucho para una vida cinematográfica, parece no ser mucho: Badlands 1973, Days of Heaven 1978, The Thin Red Line 1998, The New World 2005 y The Tree of Life 2011. ¿Acaso 15 o 20 peliculas en ese lapso de tiempo serían suficientes? ¿o acaso una sola como The Spirit of Beehive, 1973 de Victor Erice lo es? No sé. Por ahora de 1973 me quedo con las imágenes de Badlands y quizás las no tan emblemáticas como las de Martin Sheen recogiendo basura en las polvorientas calles de Ft. Dupree con su atuendo a lo James Dean (nada que ver con el proyecto de actor y celebridad de escándalos de su hijo Charlie) o la pelirroja Sissy Spacek atravesando la calle desolada frente a su casa mientras juega con un bastón que gira con su cuerpo; sino la imagen de la Spacek entre el prado alto que se confunde y se mezcla con su pelo mientras sostiene un labial en su mano, o el pez que debido a su enfermedad ella tira en el patio de su casa presintiendo el inicio de algo que de forma irremediable terminara mal, el globo rojo elevándose en el cielo con las promesas de ambos y la casa que abandonan ardiendo con el cuerpo de su propio padre consumido en las llamas y sin la posibilidad ya de retorno.
Escribiendo esto regresé a ver de nuevo Badlands, ahora que regresa Malick y me encontré con la pantalla invadida por los enormes ojos de la Spacek mirándome, maquillados por ella misma para esconderse en el bosque, unos ojos enormes que aunque no lo eran me parecieron ojos chinos… y así han sido estos años desde aquel 1973, algo que aunque quizás no lo es, se parece a algún recuerdo, a algún largo recorrido que se inició hace 38 años y que aún por fortuna no ha encontrado su destino final: su última parada.
Sábato se fue, pero dejó tres novelas que en mi opinión superan de lejos las veinte de otros escritores latinoamericanos, por no decir de escritores de otros continentes, incluidos premios Nobel. De Sábato se dicen y se van a decir, se escriben y se van a escribir muchas cosas de ahora en adelante mientras dure la noticia de su muerte; pero para mí seria y es suficiente con decir que si hubo un escritor honesto con sus historias y con el mismo fue Sábato, un escritor que nunca escribió para vender un libro o crearse una imagen de sí mismo, que nunca se creyó una imagen que es muy común de ver, la del escritor comprometido que escribe de las cosas que suceden para entrar en una moda, asistiendo a conferencias y ruedas de prensa para parecer inteligentes y tener fotos intelectuales en las solapas de sus libros; de esos que publican como si fueran dueños de una fábrica de arepas y que nos quieren hacer creer que todo lo que les publican es rescatable.
Si nos ponemos a mirar a nuestro alrededor, escritores como Sábato ya no hay, todos deben ser exitosos, faros de una generación y dueños de una verdad que a veces ni reconocemos, que escriben de cualquier cosa con la habilidad de no decir nada, o mejor que escriben muy bien sin decir nada. De esos que es muy fácil agrupar por edad o región y que terminan pareciéndose los unos a los otros. Por eso lo mejor que se puede decir de Sábato es no decir nada, tomar si se quiere la novela más corta de las tres que publicó y leerse de un tirón El Túnel (1948), o armarse de valor y devorarse así sea lentamente las 551 páginas de, para mí subjetividad, la mejor novela que se ha escrito en Latinoamérica, con el perdón de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar e inclusive (sintiendo cierta duda) Onetti: Sobre Héroes y Tumbas (1961).
Sábato se ha ido, o por lo menos es lo que dicen ahora todas las publicaciones…
Parque Lezama (Buenos Aires) donde Martín conoce a Alejandra, sentado en cualquiera de estas bancas en Sobre Héroes y Tumbas.
La última escena de la película está envuelta en blanco, cuando dos personajes que ya han dejado este mundo finalmente se reencuentran: Uxbal (Bardem) y su padre. Un Uxbal demasiado golpeado por su enfermedad pero aún más por la vida misma se encuentra con la figura de su padre muerto joven en México muchos años atrás; esa última escena está envuelta en un blanco que pudiera ser la nieve de los pirineos, los mismos a los que Uxbal decidió no acudir en compañía de su esposa y sus hijos a conocer la nieve. En estos pirineos de la última escena, después de la muerte, finalmente Uxbal empieza a reconocer a su padre, y entonces se crea la sensación que tal vez muchos años después él pueda repetir la escena con su hijo Mateo, pues quizás no ha sido casual que este fuera castigado por su madre y dejado solo en casa en el viaje a los pirineos que finalmente emprenden solas la madre y la hija. Uxbal encuentra a su hijo solo abandonado en la cama así como él fue abandonado en la vida que le toco vivir.
Una vez que Uxbal conoce que a su vida solo le restan dos meses, empieza a ser más tolerante con Mateo, empieza así una relación que se suaviza con la idea de la muerte y la idea de un abandono que ya él vivió en su niñez y que la vida le obligara a repetir con sus propios hijos.
Uxbal corre contra el tiempo y se trata de aferrar a la vida o la idea de una vida menos dura para sus hijos cuando su ausencia sea una realidad. Pero Uxbal no se despide de Mateo, por lo cual la película nos deja con una historia padre-hijo que se repetirá con el tiempo, por lo menos para mí. Este encuentro inexistente entre Uxbal y su hijo es contrastado con el momento de su muerte y la pausada despedida que sostiene con su hija Ana de diez años mientras duermen uno al lado del otro en la misma cama y ella recibe el anillo que alguna vez fue de sus abuelos.
La vida en Biutiful es dura, representando la realidad de un hombre que se despide, en medio de sus remordimientos, sus culpas y su reticencia a aceptar lo inevitable. La vida se extingue, y aunque la música de Gustavo Santaolalla de fondo propone conservar restos de tranquilidad en un mar de desconsolación, las escenas de Iñárritu nos invitan a recordar la fragilidad de la vida, la importancia de cada minuto compartido, la futilidad del dinero cuando se acerca el final (por exceso o por carencia) y la evidencia que a veces parece oculta sobre un mar de pretendida opulencia: que todos tenemos las mismas necesidades y que en el fondo todos nos necesitamos.
El 21 de Abril de 1960, después de tres años y medio de construcción, se inauguró la nueva capital de Brasil, una ciudad alejada de la playa y las garotas de Rio de Janeiro y ubicada al suroeste del estado de Goiás. Para este proyecto, el presidente Juscelino Kubitschek recogió propuestas que venían desde 1716 para trasladar la capital al interior del país. El 23 de Octubre de 1956 se iniciaron las obras de construcción de la ciudad que André Malraux denominó como la capital de la esperanza. Para su diseño y construcción se abrió un concurso que sería otorgado al arquitecto Lucio Costa, quien diseñaría la nueva urbe, dejando a cargo de su ex alumno, Oscar Niemeyer, la responsabilidad del diseño de los edificios públicos y a Roberto Burle Marx el diseño del paisaje.
Pero mí llegada a la historia de Brasilia y a la historia de Niemeyer no se dio por un viaje ni por el estudio formal o informal de la arquitectura, pues aunque no soy arquitecto ni puedo decir que alguna vez pensé en serlo, siempre me he sentido atraído por algunas construcciones con las que aprendí a convivir en mi ciudad y por otras que las políticas ciegas de urbanismo se empeñaron en demoler. Es a través del cine francés de Philippe de Broca y su película de 1964 titulada El Hombre de Rio que llego a Niemeyer y a Brasilia, pues aunque la trama se inicia en París, pronto la acción continua con una bella Agnés (Francoise Dorleac) llevada por la fuerza al Brasil, para ser rescatada por Adrien (Jean Paul Belmondo) recorriendo una ciudad en construcción, en medio de andamios de la que sería la nueva capital del quinto país más grande del mundo.
Niemeyer nace casi con el siglo pasado, 1907, y aún sigue vivo y respirando arquitectura a sus 104 años. Como su profesor Lucio Costa, fue promotor y seguidor de las ideas de Le Corbusier (1887- 1965) en Brasil. Actualmente es considerado uno de los arquitectos más influyentes y uno de los pioneros en el uso de la exploración del hormigón armado. Su primera obra reconocida tal vez es la Iglesia San Francisco de Assis (1943) en Belo Horizonte en el denominado Pampulha Complex. Siguiendo después con el Edificio Copan (1951) en Sao Paulo, el mayor edificio residencial del mundo, con 38 pisos de altura y 1.160 apartamentos distribuidos en la estructura de esta curiosa mole de hormigón en forma “S” que para muchos es el mejor ejemplo de la arquitectura urbana brasilera de los años cincuenta.
Ya para el periodo comprendido entre 1956 y 1960, se dedica a Brasilia, la capital que destronaría a Rio y que buscaría concentrar los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de un país envuelto por la orientación socialista de Kubitschek. La misma Brasilia que al mismo Niemeyer en su primera visita durante el reconocimiento del terreno le pareció ubicada en el fin del mundo, pues el traslado del cemento viajaba más de dos mil kilómetros por vía aérea en un país que estaba acostumbrado a sus anteriores capitales costeras: Salvador Bahía y Rio de Janeiro. La construcción de la ciudad, en un lapso de tres años le dio al pueblo Brasilero, en palabras de Niemeyer, la idea de que se podía lograr lo que se propusieran. Niemeyer se sintió cómodo con Brasilia pues realizó la arquitectura que más le gustaba, aquella que es libre y se relaciona con las curvas de forma emocional e inteligente. Brasilia ostenta el honor de ser la única ciudad construida durante el siglo XX reconocida por la Unesco (1987) como patrimonio cultural de la humanidad.
El eje central de Brasilia está formado sobre la idea de Lucio Costa de una ciudad en forma de cruz que apunta hacia el noroeste y que terminó en planos convertida en forma de avión, sobre la cual Niemeyer ubicó los edificios gubernamentales en lo que sería la cabina de dicho avión, rodeada de dos avenidas de ocho carriles.
Entre los pilares que dejó Niemeyer en Brasilia se destacan el edificio del Congreso Nacional con sus torres gemelas, erigidas en medio del domo y del plato invertido; la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora Aparecida o Catedral de Brasilia con su estructura hiperboloide construida de hormigón y su techo de vidrio que se alza hacia el cielo, el Palacio del Planalto rodeado del espejo de agua que duplica de forma eterna su imagen y que sirve de sede del Gobierno, El Museo Nacional de la Republica con su estilo minimalista y su forma esférica brotando de la superficie, el Palacio de la Alvorada donde tiene su residencia el presidente y que fue uno de los primeros edificios construidos en la capital con 7.000 mts2 ubicado sobre una península a orillas del lago Paranoá, el cual es un lago artificial con 40 kms2 de extensión, 48 metros de profundidad y cerca de 80 kms de perímetro que fue ideado para abastecer de agua a la ciudad.
Palacio del Planalto, Brasilia
Niemeyer, sigue hoy tan activo como siempre, se define como un hombre sencillo que sigue llegando a su oficina ubicada en Rio a las 9.00 am y que dibuja todos los días, su arquitectura la han definido como tecnología engarzada con naturaleza y en sus palabras Niemeyer deja ver sus convicciones: El verdadero reto para la arquitectura del futuro está planteado por la tecnología y la tecnología nunca ha sido tan generosa con la arquitectura. Pero el arquitecto tiene que ser capaz de reflexionar también sobre otras cosas además de la arquitectura. La política, la filosofía, la literatura, la música, las artes visuales, todas esas disciplinas desempeñan un papel igual de importante que la ingeniería. Los arquitectos deberían querer ser ante todo intelectuales. Quiero seguir construyendo para los seres humanos, para permitirles encontrarse con otros seres humanos. Una arquitectura que organice encuentros humanos, eso es lo que me interesa. Y para eso dibujo todos los días.
Por ahora Niemeyer, a sus 104 años, acaba de inaugurar el pasado 28 de marzo el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer ubicado en Avilés, España, a un costado del rio Avilés; y su obra que rebasa los límites de la longevidad me lleva a recordar la de otro creador, la del director portugués Manoel de Oliveira quien a sus 102 años presentó en el festival de Cannes 2010 su película número 42, El extraño caso de Angélica, demostrando que el mundo de las ideas algunas veces no reconoce el paso del tiempo. Oliveira que en sus inicios fue actor en épocas del cine mudo y que se atrevió a filmar la continuación de la inmortal película de Buñuel, Belle de Jour, (Belle Toujours, 2006) piensa como Niemeyer que la muerte es una condición absoluta, pues es la única certeza que se tiene, y que la fuerza que lo mantiene vivo son sus proyectos que nacen y se alimentan cada día y que lo invitan a levantarse cada mañana.
Oscar Niemeyer, 2011
El Extraño caso de Angélica, Manoel de Oliveira, 2010
Después del tiempo y de los años (que no siempre son los mismos) escribe Carlos Fuentes la historia de un escritor que lo deja todo por la misma mujer que en una película de Godard decía: No se si no soy feliz porque no soy libre, o no soy libre porque no soy feliz. El escritor se enamora de ella solo al verla y escribe: Esa sonrisa me encantó. Podía repetirla, me dije a mi mismo, cuantas veces quisiera, durante siglos, sin cansarme nunca. Y así a través de las páginas vamos conociendo la visión personal que Fuentes esconde detrás del personaje de Diana Soren en Diana o la cazadora solitaria (1994), cambiando todos los nombres al evitar nombrar el de Jean Seberg, viviendo un romance tormentoso que terminaría al poco tiempo con un final que ambos presentían y en el fondo anhelaban. La historia del escritor/Fuentes y Diana/Jean pasaría a la pantalla años después cuando Ricardo Franco en la etapa final de su vida decide filmar la película que quedaría inacabada al momento de su muerte. Lágrimas Negras (1999). Esta representa la vida de Andrés y su encuentro con Isabel, una mujer enigmática y bellamente protegida por su locura, la cual la sitúa en una playa diciéndole a él: estoy tan cansada, ya no puedo más… tú crees que yo podré ser feliz algún día? De igual forma Andres/Franco como Isabel/Jean saben el final, y los textos de la novela de Fuentes podrían mezclarse con los diálogos de la película de Franco, pues ambos giran alrededor del mismo amor imposible y sin sentido que tuvo como eje común la mujer de la película de Godard que enamoró a los franceses en los años sesentas, la inolvidable Seberg que como en el poema de Dickinson se preguntaba Soy nadie, quien eres tú? ¿Eres nadie también? Entonces somos dos... mientras corría a la rivera del rio en su natal Marshalltown, lejos de la fama y del destino. La misma que habla con Fuentes y se despide:
-Me angustia la idea de las parejas que se pierden.
-No te entiendo.
-Sí, las parejas que pudieron ser pero que no fueron, les couples qui se ratent, ¿sabes?, que se cruzan como barcos en la noche. Eso me angustia mucho. ¿Te das cuenta de cómo ocurre eso, con qué frecuencia?
-Todo el tiempo – le dije acariciándole la cabeza reclinada sobre mi pecho – Es lo más normal.
Recorriendo las cosas que ya ni existen, recuerdo haber visto en el desaparecido teatro /cine Bolívar de la Av. Sexta una película de Bertolucci titulada Belleza Robada (1995). Creo que corría el año 1997 en una época en que solía coleccionar El Magazín Dominical de El Espectador todos los domingos. En el leí un reportaje a Onetti con motivo del lanzamiento de la que sería su última novela Cuando ya no importe (1993) y algunos cuentos inéditos que me iniciaron, tardíamente creo, a su lectura. Dos cosas relacionadas con Bertolucci y con Onetti busqué después durante varios años, y la demora en conseguirlas no se debió a su dificultad, sino a mi situación particular con relación al valor de dichas cosas: la primera fue el cd de la banda sonora de la película de Bertolucci, recuerdo que en Cali fue imposible conseguirla, y debí ir dos veces a Bogotá para disponer del tiempo de ocio y verla en Tower Records a un precio inalcanzable; finalmente la compré años después en Cali cuando ya no pesaba tanto la etiqueta de “Importado”. Creo que aunque es absolutamente irrelevante, me atrevo a decir que mientras escribo esto, suena en mi itunes Glory Box de Portishead, y que de igual forma la combinación de años, estilos y voces hacen de esta banda sonora una de las dos mejores que he escuchado hasta ahora: Hoover, Axiom Funk, John Lee Hooker, Nina Simone, Cocteau Twins, Lori Carson y al final Sam Phillips enmarcan una atmosfera del verano italiano que escoge Bertolucci para encerrar un secreto, un descubrimiento y más que nada un recuerdo; el cual está atravesado por la cara angelical y devoradora de Liv Tyler y su mirada por momentos perdida e inocente. Acaso ella podría ser la Bichi, la Beatriz del cuento Bichicome de Onetti, la niña de cinco o seis años que el narrador conoce y ve crecer durante las visitas a la casa de sus padres, la que se pasea entre las conversaciones de adultos y que sin pedir permiso deja de ser una criatura para convertirse en una mujer de cabellos largos y rubios que juega entre tules violetas; la misma que se funde con la Lucy de Bertolucci para pasar su lengua frente al espejo y verse retratada y deseada y prohibida. Pudiera ser la misma que aparece en Bichicome o en mi segunda búsqueda: la novela de Onetti Cuando ya no importe, la cual finalmente compré en ese año 1997 y que contiene en su formato de diario una entrada del 20 de diciembre así: (Escribo, con toda franqueza, que me es imposible saber o inventar en qué año, a qué altura de la edad de la niña, apareció su cabecita rubia para decorar, oportuna o no, mis soledades nostálgicas enfrentado al río como si me importara. Había crecido mucho pero aún no era señorita.) Liv Tyler/ Lucy en la película, no es rubia, ni es ya una niña, es solo el recuerdo de una niña que recibía cartas de amor de un enamorado inadvertido, la misma que ahora regresa a reencontrarse para verse una vez más en su paraíso perdido y dejarse querer por los amores que alguna vez presintió. Para mi pareciera que todo se junta, Belleza Robada, Bichicome, Cuando ya no importe, la voz de Sam Phillips exigiendo amor… y es cuando juego a creer que las cartas que recibió Lucy las pudo haber escrito un Onetti maduro o derrotado que busca entre sus amores la cara de una niña que lo mire sin el pecado que imponen las batallas perdidas y los años juveniles.
Hay un libro de Eduardo Galeano que ya estaba cuando tomé conciencia de la biblioteca de mi casa, una que fue moldeando mi padre durante su juventud y que terminó abandonando lentamente, a cuenta gotas, en sus últimos años; allí encontraba libros tan disimiles como Demian de Hesse o una novela editada por Círculo de Lectores de Laurence Sanders titulada El Soñador. El libro de Galeano es Días y Noches de Amor y de Guerra (1978), y el viaje por el que nos lleva Galeano es triste, edificante y esperanzador, un viaje que trasciende las fronteras de Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, con un hilo conductor que esperamos no repetir nunca más: el de las dictaduras en Latinoamérica.
Del libro de Galeano, dos fragmentos….
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DEL ARTE
Ceno con Nicole y con Adoum.
Nicole habla de un escultor que ella conoce, hombre de mucho talento y fama. El escultor trabaja en un taller inmenso, rodeado de niños. Todos los niños del barrio son sus amigos.
Un buen día la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subido a una escalera, a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer.
Entonces los niños partieron, de vacaciones, rumbo a las montañas o el mar.
Cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado.
Y uno de los niños, con los ojos muy abiertos, le preguntó:
-Pero... ¿Cómo sabías que adentro de aquella piedra había un caballo?
PAJAROS PROHIBIDOS
1976, en una cárcel del Uruguay:
Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener "ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. la hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
- ¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?
La niña lo hace callar:
- Ssshhhh.
Y en secreto le explica:
- Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
Es interesante y curioso el ver como recuerdos que parecían no existir, si es que uno puede creer que un recuerdo puede no existir, llegan, reaparecen o renacen de una forma inexplicable. De eso realmente se trata esto. En mi búsqueda desordenada de películas de la Public London Library, me encontré hace algunos meses con la película de Brian de Palma basada en la primera novela, publicada o exitosa, no recuerdo, de Stephen King: Carrie (1976). Y confieso que lo que más me llevó a la película no fue de Palma, o King, sino la figura ensangrentada de Sissy Spacek en la caratula de la misma. La película, como todas las basadas en las novelas de King, a excepción de The Shining (1980), parecía una más de terror y situaciones inexplicables y fantasiosas. Ya había visto a Sissy Spacek no hace mucho en la película Badlands (1973) de Terrence Malick, la cual fue basada en la historia real de dos almas perdidas, Charles Starkweather y Caril Ann Fugate, que a finales de los años 50´s inician una carrera de asesinatos prefigurando lo que años después haría Olivier Stone en 1994 con Mickey y Mallory Knox en Asesinos por Naturaleza. Aunque para ser más justos, antes de la película de Stone estarían The Sadist (1963) de James Landis y True Romance (1993) de Tony Scott, ambas basadas en la historia nefasta de Starkweather y Fugate. Pero fue a través de la Spacek que llegué a Costa-Gavras y su película Missing (1982), la cual recrea el caso real del norteamericano Charles Horman asesinado durante el golpe de estado de Pinochet en Chile en 1973; y es aquí donde llega el recuerdo: creo que fue en el año 85 ó 86 cuando cursaba séptimo u octavo de bachillerato cuando entró un alumno nuevo a la clase de nacionalidad Chilena, Pablo Oyanedel, y entonces ahora recuerdo el contarme que venía de un país que estaba pasando por un momento difícil y que sus padres se referían a la película de Costa-Gavras como un ejemplo visual de sus miedos. También recuerdo ahora su historia acerca del caballo blanco galopando entre las balas del ejército de Pinochet, sin saber él, ni yo, el origen de ese caballo. Meses después Pablo Oyanedel no volvió más al colegio, y lo que escuché es que desapareció, así, con esa palabra que nunca entendí del todo y que también pasaba en Colombia: el desaparecer. De Pablo no se volvió a hablar más, parece que nadie dio ni pidió ninguna explicación y así todo esto paso al olvido.
Ahora, después de 25 años, mientras veo la película de Costa-Gavras, aparece Sissy Spacek, buscando refugio en las supuestas calles de Santiago durante el golpe de estado, escuchando tiroteos, mientras un hombre corre y ella tras el enrejado de una casa se duerme y se despierta con un nuevo disparo y mira como un caballo blanco huye de las balas, huye de un jeep de soldados, ella lo mira y mientras el caballo emprende una carrera interminable, Sissy parece regresar al sueño, cansada, como si al cerrar los ojos cerrara sus propios miedos. Es entonces cuando, veinticinco años después, el recuerdo inexistente vuelve a aparecer, con una imagen de un caballo que puede simbolizar el pueblo chileno huyendo de la violencia, que puede ser el mismo caballo que cincuenta y cinco años antes cuelga de un puente en la película October (1927) de Eisenstein, o el caballo del Guernica del que Picasso, cansado de las interpretaciones finalmente dijo: “este toro es un toro, este caballo es un caballo… Para mí, es todo, que el público vea lo que quiera.”
Escena del caballo blanco, Missing (1982) - Costa-Gavras:
Música: Vangelis
Ella se
levantó esa mañana y por un momento pensó en que aún estaba dormida, abrió la
ventana de su cuarto y vio toda la ciudad abajo, muy abajo pareciendo
despertar. Entonces vio las vallas publicitarias que colgaban en los edificios
del frente y no entendió nada. Por un instante se sintió perdida. Hablaba un
idioma que no le enseñaron sus padres y que ahora ella enseñaba. Era el sexto
día del mes sexto allí y ya sabía que al regresar debía llevarse algo. La vida
en hotel no es saludable, o acaso esta en otra parte como en la novela de
Kundera. Ahora tenía todo listo para empezar a escribir, tenía el tema y las
imágenes, solo le restaba pensar en las caras, el título y en la parte técnica
de la filmación. Entonces, sin ser cineasta, empezó a pensar como si hubiera
filmado alguna vez en su vida. La ciudad vista desde su habitación podría ser
una buena toma para el inicio. Las caras podrían ser las de Valentina y Diego,
los mejores y más atractivos estudiantes de su grado tercero, o por lo menos
del grado tercero que recordaba hacía veintisiete años atrás. Ella sabía que la
historia transcurría en la universidad de Keio, que era a donde había venido a
trabajar y donde visualizaba algunas locaciones para la filmación de su
historia.
Todas las
mañanas tomaba el metro mientras pasaban a su alrededor calles atiborradas de
gente, de luces, de preocupación y de afanes; pero de forma contraria veía a
sus personajes viviendo en el campus universitario, caminando entre diferentes lenguajes,
diferentes espacios y diferentes colores, disfrutando de una lentitud que a
ella no le pertenecía. Sentía, sin entender el por qué, que para escribir su
historia debía conocer primero la historia del país o por lo menos la historia
de la ciudad, conocer algo de sus edificios, de sus calles, de la multitud de
gente que iba y venía como peces enfrentados, del Tokio de la noche con sus
luces y de la gente de nuevo, que a veces le parecía más bajita que en su país.
Eligió así un libro sobre el arquitecto Fumihiko Maki, sin saber que no muy
lejos de allí, en el Shonan Fujisawa Campus, había una construcción suya, y
cuando le preguntaron el motivo del libro en su maleta, solo pudo argumentar que
se debía a la frustración arquitectónica que a pesar de los años se resistía a
abandonar.
Esa mañana al
abrir la ventana y al ver el libro de Maki entreabierto entre las sabanas,
regresó cinco o seis años atrás cuando irse al Japón no estaba cerca de su
cabeza. Aquella mañana, cinco o seis años atrás, él se había levantado primero
y aunque ella sabía que ya no era la misma persona, había cedido a la tentación
de quedarse, de compartir la preparación del Martini que él decía haber leído
en los escritos de Buñuel y que había sido el punto de inicio de la relación; y
era ese Martini el que aquella noche anterior la había regresado a esa cama
luego de permanecer separados por ocho años compartiendo el mismo odio y el
mismo olvido disfrazado. Se habían corrido sin hacer el amor, y al levantarse
sola, había visto entre las sabanas el libro de Buñuel. Miró por la ventana y
vio una ciudad estática. Se sirvió un vaso de agua, se sentó en el espacio del
piso donde entraba la luz del día, y mientras él se duchaba, tomó el libro
pensando en que todo había sido un error, que él era irreconocible y que ahora
ella también lo era. Leyó el título del libro en voz alta Mi último suspiro, lo colocó sobre las películas que él veía de
forma repetida desde que se conocían, se vistió rápido antes de que él saliera,
escribió una nota y se marchó. Fue la última vez que se vieron.
Ahora, en
Tokio, este recuerdo que llegaba de forma fulminante, le animaba a escribir la
historia de Valentina y Diego, a escribir los diálogos y a dibujar con sus capacidades
limitadas los encuadres de cada escena. En esto pensaba al subir por las
escaleras de la biblioteca cuando vio entre los estantes de libros por
organizar el mismo libro de Buñuel, lo tomó como si fuera una joya y se olvidó
por completo de lo que tenía para hacer ese día. Empezó a leer sin pensar en la
excusa que debería decir al siguiente día, leyó la parte de la preparación del
Martini que la llevaba al Martini de cinco o seis años atrás, o al Martini del
inicio, y decidió que Valentina debía abandonar a Diego huyendo de su cuarto al
dejarle una nota. Valentina recibiría una llamada de él antes de su partida a
Tokio, y aunque hubiera deseado quedarse, ambos terminarían reconociendo en
silencio el estar ya perdidos, como si manejaran diferentes idiomas en una
ciudad desconocida. Se despiden sin lágrimas, sin despedirse, como si ninguno
entendiera que no se van a volver a ver más. Valentina camina de forma lenta sin
mirar atrás, arrastrando su maleta por el pasillo de vuelos internacionales. La
cámara enfoca entonces la pista con los aviones que se combinan al llegar y al
irse. Entonces ella cierra el libro de Buñuel, para estudiar más sobre Tokio,
sobre Maki, dándose cuenta al instante que la historia que tiene por contar
nunca llegaría a Tokio, se quedaría en el aeropuerto con la escena de la
despedida, entonces piensa en el título, recorre el regreso al hotel en medio
de la desesperación por acabar de entender que la historia que tenía para ser
filmada ya no puede suceder allí y que debería transcurrir en Cali; entonces
prepara su regreso, cuidándose de tomar fotos sobre la ciudad, de filmar las
calles que serán el destino de Valentina, de escoger un nombre o de robarse un
nombre para su historia, un nombre que signifique el destino de una relación, de
una ciudad donde esta nunca tuvo lugar, como si de esta forma se anulara la
historia, y escoge así un nombre ya utilizado. Cierra las ventanas del cuarto,
se despide de la ciudad aérea que tiene a sus pies, arrastra su maleta para ir
a pagar la cuenta y tomar el carro que la lleve al aeropuerto, y mientras
recorre la ciudad, mientras ve la gente que camina de prisa de lado a lado,
anota en su libreta el nombre para no olvidarlo: Historia de Tokio.
Jean-Luc Godard, Jean Seberg y Jean Paul Belmondo en el rodaje de Breathless (1960).
Camara en mano, una silla de ruedas a manera de dolly, filmada en locaciones reales.
Pensando en escribir sobre creatividad me acorde de una caja de fósforos, pero por razones muy diferentes al vicio de fumar y sus posibles derivaciones; y antes de la caja de fósforos llegan dos casos de creatividad colectiva que enumero a continuación:
1.La creatividad en la cocina en el caso de Ferran adriá y el restaurante y ahora laboratorio culinario ubicado en Cala Montjoi (Cataluña) y fundado con el nombre El Bulli-bar por una pareja de esposos alemanes en el año 1962.
2.La creatividad teatral, y artística en general en el caso de Robert Lepage y su compañía multidisciplinaria llamada Ex-Machina que agrupa actores, escritores, técnicos, cantantes, diseñadores, músicos, programadores, escenógrafos, acróbatas, marionetistas y en cuyo título Lepage puso como condición omitir la palabra teatro.
En ambos casos está presente la interconexión entre personas especializadas en diferentes campos, tanto en el Bulli como en Ex – Machina se mantiene la búsqueda y la experimentación más allá de sus propias culturas, en el caso de El Bulli probando ingredientes, combinándolos y buscando no solo atrapar nuevos sabores sino nuevas formas visuales para sus recetas, para sus utensilios y hasta para sus platos. En el caso de Lepage sus obras provocan encuentros e interconexiones entre marioneteros y arquitectos, pintores y científicos, programadores y cantantes, todos conectados en la búsqueda de mostrar nuevas sensibilidades a la hora de transmitir un mensaje.
Y pensando en estos grupos creadores y sus obras me llega el nombre de un cortometraje colombiano, que no he visto, titulado La Langosta Azul, el cual está dirigido y escrito por Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972) escritor y periodista, Luis Vicens (del que no tengo ninguna información, salvo que era catalán), Enrique Grau (1920-2004) pintor, director, escenógrafo y diseñador de vestuario, y Gabriel García Márquez (1927 - ) escritor y periodista. El corto filmado en 1954 con una duración de 29 minutos cuenta la historia de un agente secreto extranjero que investiga la presencia de radioactividad en unas langostas capturadas en un poblado de pescadores del caribe colombiano; mientras este descansa en su hotel, un gato le roba la langosta azul, entonces él angustiado emprende la búsqueda del crustáceo radioactivo por el pueblo y sus alrededores. En La Langosta Azul actúan Cepeda Samudio, Vicens, Grau y el fotógrafo Nereo Lopez (1920 - ), privándonos de la actuación del premio nobel de literatura, quien años después se sumergiría en el mundo de la creación de guiones cinematográficos y del mundo del cine en general, quizás ayudado por la percepción de Cepeda Samudio, quien le hizo ver que el cine no era una mera cuestión de autores sino ante todo, un asunto de dirección técnica y artística involucrándose así con temas de creación cinematográfica, de producción, de trabajo de actores, detalles técnicos y de búsqueda de audiencia. Y es este tipo de interés exploratorio el que lleva a un creador a interrelacionarse con su entorno espacial y humano para encontrar nuevos caminos y ofrecer medios que se mezclan con el propio.
La Langosta azul es el producto artístico de un trabajo colectivo muy a la colombiana, en el sentido que lo define el escritor y cineasta Heriberto Fiorillo al hablar de este cortometraje: la idea la alimentó Gabo, el que la quería hacer era Álvaro Cepeda Samudio, pero el que sabía cómo hacerla era Luis Vicens. Como diría el propio García Márquez: una mamadera de gallo, o mejor, una mamadera de gallo surrealista.
Ahora dejando el caribe colombiano, se encuentra Roger Vadim (1928-2000) director, guionista y actor francés en los míticos estudios Billancourt dirigiendo su película Relaciones Peligrosas (1959), cuando recibe la visita de un joven de pantalones y chaqueta gastada, el cual usa gafas oscuras mucho antes de que fueran popularizadas por las estrellas de rock, el joven se presenta murmurando su nombre de forma ininteligible y le dice estar preparando una película en la cual habría un papel para su esposa, Annette Vadim. Roger le pregunta por el guión, a lo que el joven le pasa una caja de fósforos donde lo ha escrito y se lo describe: Esla historia de un hooligan, obsesionado con los héroes de las películas americanas. Ella tiene acento y vende el New York Herald Tribune. No es amor, es la ilusión del amor. Termina mal. Bueno, no. Finalmente termina bien. O termina mal. Roger le pregunta si ese es el guión y él contesta que sí, añadiendo que ha filmado documentales y que es un genio. Roger le cuenta la propuesta a su esposa y cuando esta le solicita ver el guión, este le pasa la caja de fósforos. Annette riéndose le dice que no hay caso. Al final Roger le comunica al joven la respuesta de su esposa y este dice que ya se la esperaba. El joven se va y alguien le dice a Roger como se llamaba este: Jean-Luc Godard (1930- ), la película de la caja de fósforos: Breathless (1960), los actores finales de la misma: Jean Seberg y Jean Paul Belmondo, y el año: 1958 ó 1959, en medio del nacimiento del nouvelle vague del cine francés, y alrededor de todo esto, la creatividad reducida al tamaño de una caja de fósforos.
I love this movie for all unspoken, beautiful sound of silence, for all between and behind words, isolation and loneliness so common experience of each of us, beautiful sensual scene without sex when they fully clothed lying in bed, remember?Subtleness&delicateness, nuances&lovely enigma.Sublime healing food for our minds and souls.Soft&gentle like butterfly touch..
both characters have certain needs in their life, because what they have wasn't enough for them to happy. in a foreign country, where they have no aim or initiative they provide guidance to each other and help each other out resolve their own problems. theyre both lost in their own lives, and we see this through their loneliness and boredom. being together solved that problem, and made sense of what was going on in their lives.