Cortázar + Goya
Leyendo Trilce de Vallejo, aquel libro de poemas publicado en 1922 con un
tiraje de 200 ejemplares y que definiría la vanguardia poética de las letras
hispanas, repaso los viajes que dichas letras relacionan con otras que ya hemos leído antes; y entonces tomo las palabras del “maquinista” que no se
si son propias o prestadas cuando dice: Poeta:
redes extrañas entre realidades distantes. Y creo no una nueva maquina, o
por lo menos no de forma consciente, pudiera parecer más bien un piñón de dicha
maquina, pero lo que encuentro es un artefacto, una herramienta que nos
permite, no ver, sino solo delimitar y enfocar nuestra vista, un simple aro de
metal que no llega a ser un catalejo, un aro por donde se ve un cuadro, se lee
un libro o se ve a un niño correr en la playa. El mismo aro que enfoca el
cuadro pero que permite verlo fuera del aro, ver dentro del aro, o ver fuera
del aro, enfocar las paginas del libro, o enfocar las letras que se escapan del
aro, ver al niño correr, o ver fuera la pelota que se aleja y por la que tanto
corre antes de irse al mar.
El aro se lleva en el bolsillo,
sin necesidad de mucho espacio, dejando que su uso irresponsable superponga
todo a su alcance. El aro sirve pero a la vez es inútil al enfrentar las
variantes de cualquier camino, con la ventaja que nuestro recorrido, formado de
lecturas, ideas, rabias, amores, pinturas, imágenes, sonidos, nostalgias,
alegrías y revisitas, se puede hacer y deshacer un sin numero de veces con la
certeza de nunca estar en el mismo punto. Leo a Vallejo y pienso en aquel
rincón que se me vuelve un extenso campo inexplorado:
XV
En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar.
Esta noche pluviosa,
Ya lejos de ambos dos, salto de pronto…
Son dos puertas abriéndose y cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.
Cesar Vallejo, Trilce
(1922).
Leo y pienso en
el salto que a nuestros ojos representa el mundo, el salto que forman las
imágenes y las lecturas de aquellas, las lecturas de la pugna de unas letras
junto a otras que nos refieren a las cosas y que algunas, muchas veces, nos
refieren a nosotros mismos en un recorrido anterior, recorrido futuro o un
recorrido instantáneo; las palabras que veo a través del aro que no me atrevo a
nombrar, pero que al pensar en Trilce
y el posible origen de dicha palabra que no existe, Trilce, y que puede evocar tanto a tres como a la yuxtaposición de triste y dulce, me pone a
pensar en el artefacto/herramienta con el que trato de visualizar el viaje, los
caminos y sus cruces con las variantes que tomo y las que no tomo, entonces me
viene la idea de visor y de aro, llegando a la obviedad de la
palabra visaro y la idea indefinida
de unidad.
La mirada del visaro mira una pagina de Cortázar,
dejando por fuera la obra de Goya y viceversa, mira múltiples universos socio-culturales,
mira las obras de dichos universos, que a su vez tienen su origen en un cruce y
encuentro de caminos. Buenos Aires, París, Zaragoza, Burdeos, Roma.